1.4.12

Bendito jetlag



Nunca había pensado que el jetlag pudiera ser positivo. Normalmente, cuando tengo jetlag me despierto super pronto por la mañana y me entra sueno muy pronto por la noche. Lo odio. Sin embargo, esta vez he decidido sacarle provecho, y con buenos resultados. Todos los días de esta semana me he levantado super pronto para ir al gimnasio o para escribir en spoonglish, y la verdad es que es muy satisfactorio. Aunque, ahora que lo pienso, a lo mejor es que con esto de haber cumplido 26 la semana pasada, me estoy haciendo mayor y convirtiéndome en una persona mañanera.

Ayer era sábado y aunque el viernes me acosté a las 3 de la mañana, también me desperté muy pronto. Por primera vez, estar despierta un sábado a las 8 de la mañana era perfecto, y por muchos motivos. 1) Porque la noche anterior había llegado mi cámara nueva, y tenía muchas ganas de aprender a usarla. 2) Porque durante mucho tiempo había querido ir al mercadillo pero nunca había ido porque solo lo ponen los sábados de 9 a 12, y nunca me despertaba para ir. 3) Porque ambas cosas combinaban perfectamente. Podía ir al mercadillo, comprar comida y hacer fotos al mercado.

Así que me levanté y empecé a leerme el libraco de instrucciones de la cámara. A las 10 había hecho 143 fotos a mi taza de café y 87 fotos a una botella de cerveza, usando todas las posibles combinaciones de la cámara. Ya era hora de irme al mercadillo.

Hacía una mañana preciosa. Me sorprendió ver a tanta gente por la calle. No solo personas mayores, sino también jóvenes. Todo el mundo en el mercadillo era super simpático. Los granjeros de los puestos me dejaron hacer muchas fotos y me contaron cosas sobre sus granjas y sus productos. Todo lo que venden en el mercadillo es muy caro (pagué 8 dólares por una hogaza de pan y 5 dólares por una lechuga), pero la calidad es excelente y los productos no pueden ser más frescos, recién traídos del campo.

Mi puesto favorito era el de pan. Hice muchísimas fotos. Tenían una gran variedad de panes hechos con distintas clases de harina y adornados con semillas o frutos diferentes. Tardé un rato en decidir cuál llevarme y al final me decanté por una barra de trigo y cebada con pipas y otras semillas. Estaba increíble.















Tanta comida me dio ganas de cocinar. Cuando volví a casa, me metí en la cocina. Hacía tiempo que no hacía pan, así que hice la masa para una chapata y la metí en la nevera. Ya pondré la receta en otra ocasión porque aún no la he horneado y porque el pan es un mundo aparte y se merece su propio post. También hice pechuga de pavo en escabeche, que me apestó la cocina con el olor a vinagre, pero tampoco puedo hablar de eso porque tiene que estar tres días en la nevera, así que todavía no lo he probado. Pero tranquilos, hay una receta de la que sí que puedo hablar y con orgullo, porque me la he inventado yo. Es una deliciosa crema de coliflor que hice para estrenar mi batidora (gracias mamá), y salió buenísima. Aquí esta:

Crema de coliflor

1 coliflor
1 cebolla
2 patatas pequeñas ó 1 grande
3 tazas/750ml de caldo de pollo
1/2 taza/120ml de nata para cocinar
1 pellizco de nuez moscada 
3 cucharadas de aceite de oliva.

En una cazuela grande calentar el aceite y añadir la cebolla cortada en trozos medianos. Remover a fuego medio unos 5 minutos hasta que se ablande. Mientras tanto, picar las patatas y la coliflor en trozos no muy grandes. Añadirlas a la cazuela y rehogar un par de minutos. Añadir el caldo y agua hasta que cubra todas las verduras. Subir el fuego y llevar a ebullición. Bajar el fuego y dejar cocer a fuego lento durante 20 minutos. Triturar con la batidora hasta que quede una crema fina y sin grumos. Sazonar con sal y pimienta. Añadir la nuez moscada y la nata y remover bien. Servir en cuencos o platos hondos decorada con un poco de nuez moscada rallada por encima.



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